Português:

Vaticano em Exílio
O Vaticano em Exílio é a designação atribuída à reinstalação da Santa Sé na Cidade do México, após a queda de Roma em 2068, na sequência da expansão do Califado Omíada. A nova sede do papado foi estabelecida na Basílica de Nossa Senhora de Guadalupe, transformando o México no centro espiritual e administrativo da Igreja Católica em exílio.

Contexto
Após a devastadora Terceira Guerra Mundial (2034–2038), o colapso da ordem ocidental abriu caminho ao surgimento de novas superpotências. Entre elas, destacou-se o Califado Omíada, cuja expansão se iniciou em 2041 a partir da Península Arábica. Em menos de três décadas, o Califado conquistou o norte de África, a Península Ibérica, a França, o Reino Unido, a Irlanda e, finalmente, Roma em 2068.
Prevendo a ameaça, o Papa e a Cúria Romana foram evacuados de Roma com o apoio diplomático e logístico da Liga dos Povos Ibero-Americanos, fundada originalmente pelo Brasil e pela Federação do Cone Sul e dos Andes (FCSA) através do Tratado de Manizales (2039). Mais tarde, México e União Caribenha adeririam à aliança, formando um bloco ibero-americano coeso.

Escolha da nova sede
A decisão de reinstalar o Vaticano na Cidade do México foi tomada em consenso entre os quatro membros da Liga, após consultas entre os seus chefes de Estado e altos representantes da Igreja Católica. A Basílica de Nossa Senhora de Guadalupe, o santuário mariano mais importante das Américas, foi considerada o local ideal para assegurar a continuidade espiritual da Igreja após a queda de Roma.
A figura da Virgem de Guadalupe, padroeira do México e símbolo da fé popular latino-americana, ganhou projeção universal como representação da resistência cristã no novo cenário mundial.

Legado
A reinstalação do Vaticano na Cidade do México representa uma viragem histórica na geografia do catolicismo, consolidando a América Latina como o novo coração espiritual da Igreja. A Basílica de Guadalupe, já profundamente enraizada na devoção popular, tornou-se símbolo universal da perseverança e da renovação da fé cristã.

Español:

Vaticano en el Exilio
El Vaticano en el Exilio es la denominación atribuida a la reinstalación de la Santa Sede en la Ciudad de México, tras la caída de Roma en 2068 como consecuencia de la expansión del Califato Omeya. La nueva sede del papado fue establecida en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, transformando a México en el centro espiritual y administrativo de la Iglesia Católica en el exilio.

Contexto
Tras la devastadora Tercera Guerra Mundial (2034–2038), el colapso del orden occidental dio paso al surgimiento de nuevas superpotencias. Entre ellas destacó el Califato Omeya, cuya expansión comenzó en 2041 desde la península arábiga. En menos de tres décadas, el Califato conquistó el norte de África, la península ibérica, Francia, el Reino Unido, Irlanda y, finalmente, Roma en 2068.
Previendo la amenaza, el Papa y la Curia Romana fueron evacuados de Roma con el apoyo diplomático y logístico de la Liga de los Pueblos Iberoamericanos, fundada originalmente por Brasil y la Federación del Cono Sur y los Andes (FCSA) mediante el Tratado de Manizales (2039). Posteriormente, México y la Unión Caribeña se unirían a la alianza, conformando un bloque iberoamericano cohesionado.

Elección de la nueva sede
La decisión de reinstalar el Vaticano en la Ciudad de México fue tomada por consenso entre los cuatro miembros de la Liga, tras consultas entre sus jefes de Estado y altos representantes de la Iglesia Católica. La Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el santuario mariano más importante de las Américas, fue considerada el lugar ideal para asegurar la continuidad espiritual de la Iglesia tras la caída de Roma.
La figura de la Virgen de Guadalupe, patrona de México y símbolo de la fe popular latinoamericana, adquirió proyección universal como representación de la resistencia cristiana en el nuevo escenario mundial.

Legado
La reinstalación del Vaticano en la Ciudad de México representa un giro histórico en la geografía del catolicismo, consolidando a América Latina como el nuevo corazón espiritual de la Iglesia. La Basílica de Guadalupe, ya profundamente enraizada en la devoción popular, se convirtió en símbolo universal de la perseverancia y la renovación de la fe cristiana.